Hedonismo y eudemonismo son dos elementos fundamentales del concepto de felicidad. Sus orígenes se remontan a la antigua Grecia, cuna de la filosofía occidental.
Desde entonces, ambos términos se han estructurado en doctrinas y filosofías que hoy siguen teniendo resonancia. Con seguidores y opositores, estos dos bloques de pensamiento siguen siendo practicados inconscientemente por muchas personas.
Mi intención no es polarizar ni presentar ambos pensamientos como antagonistas, sino más bien como complementos de un todo que es la felicidad.
Hoy en día, existen cientos de recursos y material de consulta acerca del hedonismo y el eudemonismo. Sin embargo, para el común de la gente, ambos conceptos siguen siendo generalmente desconocidos.
Aunque algunas personas han escuchado sobre el hedonismo, estoy seguro que la mayoría lo asocia únicamente con la noción de placer. Con ese tipo de placeres sensuales e instintivos, catalogados como inmorales por la sociedad y como «pecaminosos» por las religiones.
De ahí que se lo utilice para designar a alguien como, «ese es un hedonista», queriendo decir que es una persona sibarita que le encanta la vida fácil y bohemia. Un «buena vida» que sólo busca una vida fácil, exenta de esfuerzos y de problemas.
En esta entrega he querido revisar un poco ambos términos. Esto para que podamos diferenciar dos componentes clave que nos conduzcan a un mejor entendimiento de la felicidad.
Lo anterior bajo el contexto de la utilidad que ello nos pueda reportar en el establecimiento de una vida feliz y plena. De una felicidad auténtica que nos permita gozar con responsabilidad y en equilibrio de lo mejor de la vida, a la vez que retribuimos a la sociedad mediante un trabajo que nos llene de satisfacción, contento y bienestar.
Con ello, tendremos más argumentos para decidir cuál nos conviene más y cuál se presenta como la mejor alternativa para complementar nuestra propia definición de felicidad. Asimismo, debemos comprender que el estudio de la felicidad es una empresa muy seria que demanda una aproximación rigurosa. Esto para tan siquiera rasguñar la superficie de un concepto que se presenta tan simple, como complejo al mismo tiempo.
No pretendo ni mucho menos realizar una amplia profundización teórica sobre el tema, sino más bien resaltar las diferenciaciones conceptuales de cada término.
Por lo tanto, es bajo las anteriores premisas que nos debe resultar más útil entender el alcance y la utilidad del hedonismo y el eudemonismo.
Hedonismo
Según la Real Academia Española, el hedonismo es una teoría y una actitud que tiene como finalidad la búsqueda y la experiencia del placer. Dos de sus más insignes exponentes fueron Aristipo de Cirene y Epicuro de Samos.
Aristipo, quien fuera discípulo de Sócrates, fundó la escuela cirenaica. Desde allí, fue un máximo defensor del hedonismo. Su concepción del hedonismo estaba estrictamente relacionada con el placer. Tanto así que para él, los placeres, particularmente los corporales, constituían el objetivo máximo de la vida.
En otras palabras, consideraba que era posible alcanzar la felicidad a través de la búsqueda permanente del placer. Su defensa del placer lo llevó a él y a su escuela a posicionar los placeres del cuerpo por encima de los mentales. Se promovía más la sensación placentera de tomar un café, que el placer de leer un libro o realizar un curso que nos brindara satisfacción intelectual.
Otra premisa clave del hedonismo de Aristipo, consistía en la negación de aplazar o no la experiencia del placer. Para ellos era mejor disfrutar de la intensidad de un placer hoy, que aplazarlo para mañana. Esto significa que no apoyaban los resultados a largo plazo, a cambio del sacrificio de una gratificación inmediata. Disfrutaban de la oportunidad que les proporcionaba experimentar cualquier placer que apareciera en el presente, sin postergarlo para mañana.
Por otro lado, Epicuro de Samos, tenía una noción más moderada del hedonismo. En principio, Epicuro defendía que el objetivo primordial en la vida de cualquier ser humano era alcanzar la felicidad. Para lograrlo, planteaba que era necesario evitar el sufrimiento, a través de la realización de los propios deseos. Lo anterior implica estar abierto a ciertos placeres, pero de manera más equilibrada.
A diferencia de Aristipo, Epicuro promulgaba la moderación de los placeres naturales que no son preponderantes para la existencia. Se anteponen los placeres no sensoriales frente a aquellos que el mismo filósofo definía como los «placeres que excitan los sentidos». En este sentido, el epicureísmo favorece la búsqueda de placeres cuya gratificación no es inmediata. Una persona que siga los lineamientos de esta doctrina, preferirá actividades tales como tener una conversación amena con un grupo de amigos, disfrutar de un atardecer o de un viaje. También se disfrutaría de una buena película, de un libro o de una cena donde se deleite con su comida preferida.
También es importante comprender que para Epicuro, el placer significaba la ausencia de dolor. Y es bajo este pensamiento que él reconoce algunos placeres como dañinos debido a las consecuencias que pueden representar a largo plazo. Por lo tanto, si el tabaco nos brinda una sensación agradable inmediata, pero a largo plazo destruye nuestra salud, Epicuro diría que consumir tabaco no constituye en últimas ningún placer. Esto debido a que, a la larga, nos va a causar alguna enfermedad que a su vez nos traerá dolor y sufrimiento.
En esencia, podemos afirmar que el hedonismo de Epicuro es más moderado porque nos permite disfrutar con equilibrio de otros placeres «más elevados». Nos previene de hacernos daño mediante la excitación extrema de los sentidos, permitiéndonos vivir con más plenitud y conciencia.
Eudemonismo
Por eudemonismo o eudaimonismo, la Real Academia Española define una teoría ética cuya finalidad exclusiva es la felicidad como base de una vida moral. Asimismo, el concepto de origen griego eudaimonia significa felicidad. Es un término que hace alusión al bienestar y a la calidad de una vida notablemente buena.
A diferencia del hedonismo, el eudemonismo es una doctrina que defiende y acepta todos aquellos caminos que de buena manera nos puedan conducir a la felicidad. Por buena manera podemos entender aquellas actividades o acciones que no alteran perjudicialmente nuestros sentidos ni nos conducen al ejercicio desenfrenado de nuestras pasiones e instintos más primitivos y naturales.
Su principal exponente fue nada menos que Aristóteles, un pensador tan extraordinario que no necesita presentación. Para Aristóteles, una vida feliz y plena consiste en tener el discernimiento, la sabiduría y la prudencia necesarias para comportarse bien. Una persona que se comporte bien, podrá disfrutar conscientemente de su vida sin que los vicios promovidos por algunos placeres lo destruyan. Será un individuo que tenga el control de su mente para dominar sus instintos, decidiendo qué le conviene más, según el objetivo máximo que lo alienta a la conquista de la felicidad.
Aristóteles también defendía la idea de que no hay mayor objetivo en la vida de un ser humano que la búsqueda de la felicidad. Sin embargo, esta felicidad se refiere más a una felicidad auténtica y duradera como la que se promueve en SERES FELICES. Se trata así de una felicidad que no niega los placeres, pero que sabe definir y diferenciar los placeres dañinos de aquellos otros que podemos catalogar como superiores.
Asimismo, es una felicidad que promueve el ejercicio de la virtud y con ello, la práctica constante de nuestros talentos. Con la aplicación de nuestros talentos más significativos, podemos no sólo crecer y expandirnos de muchas buenas maneras, sino también ayudar a los demás. Como bien se comentó en otro artículo de este blog, cuando uno hace aquello que -más que gustarle- le permite desarrollar sus talentos en favor de la humanidad, experimentará abundancia, riqueza, éxito y felicidad.
Adicionalmente, debemos tener presente que una vida bajo los preceptos del eudemonismo, es una vida con significado. Una vida con propósito y sentido. Es decir, una vida auténticamente feliz.
En conclusión, podemos ver cómo el eudemonismo se relaciona más directamente con el hedonismo moderado. Tanto es así que, comúnmente hablando, ambos parecen lo mismo. De cualquier modo, lo que considero más importante tener en cuenta se refiere a la distinción que hay entre los placeres que perturban nuestros sentidos y alteran nuestra conciencia. Diferenciar entre éstos y los placeres superiores, nos permitirá tomar decisiones más constructivas que nos lleven a crecer en todo sentido.
Con todo, me gustaría mucho que este artículo contribuya a que seamos más conscientes a la hora de cómo estamos conduciendo nuestra vida y de qué tipo de placeres nos queremos alimentar. Esto nos ayudará a distinguir entre una falsa felicidad y una felicidad auténtica o superior.
La primera muy claramente podrá brindarnos gratificaciones y goces inmediatos, pero cuya duración es efímera. Por su parte la segunda nos garantiza una vida llena de significado donde podamos disfrutar de placeres que, en vez de dañarnos, complementan y nutren el ejercicio de una felicidad consciente, auténtica y -por supuesto- duradera.