Aprender a vender es una habilidad que nos puede ayudar a ser más felices.
Comprender que vender es contribuir con la sociedad, generando valor a nuestros clientes a través de nuestros productos o servicios, es un cambio de mentalidad que transformó por completo mi vida.
En mi caso, me ayudó a pasar de un pensamiento de limitación y pobreza, a un pensamiento de prosperidad, abundancia y riqueza.
Adoptar este modelo de pensamiento es un primer paso para convertirnos en personas más ricas y prósperas. Personas que viven bajo los efectos positivos de una mentalidad que ve abundancia, donde otros sólo ven carencias.
Cuando uno vende solamente por necesidad o «porque le toca», se concentra sólo en ganar dinero. Pero cuando vende porque sabe que el producto o servicio que ofrece tiene grandes ventajas y brinda múltiples beneficios, el acto de vender cambia completamente.
Este cambio de paradigma, nos permite ver las ventas desde una perspectiva totalmente diferente. Se trata de un enfoque que nos faculta para entender que podemos aportar soluciones de gran valor que resuelven los problemas reales de nuestros clientes.
Más aun, si el beneficio de nuestro producto o servicio es real y cumple completamente con lo que desde el principio estamos ofreciendo, no hay ninguna razón para sentirnos mal cuando nos paguen por ello.
Lo anterior nos da una razón diferente al dinero para pensar en las ventas como algo positivo. Una actividad divertida que se puede llegar a disfrutar tanto, como si fuéramos niños jugando uno de nuestros juegos favoritos.
Sin embargo, antes de seguir resaltando los beneficios de cambiar el concepto de vender, es importante que entendamos por qué, en principio, vender se percibe como algo negativo.
Por qué razón algunas personas desprecian a los vendedores y huyen a toda marcha cuando se topan con alguno. Por qué motivo nos disgusta y nos cuesta tanto esfuerzo vender.
El acto de vender ha evolucionado extraordinariamente gracias a los grandes aportes e innovaciones de numerosos teóricos y emprendedores audaces que se han hecho millonarios con la venta de sus productos y servicios.
No obstante, años y años de tradición en las ventas, han dejado una huella indeleble en la mentalidad de los clientes.
En su memoria, todavía reside el recuerdo de ese vendedor terco que sólo quería cerrar una venta para poder recibir su comisión. O quizás recuerden también cómo compraron algo inservible porque se dejaron persuadir por la retórica de un vendedor audaz.
Desafortunadamente, es fácil ver que ese tipo de vendedor no estaba realmente interesado en aportar valor.
Parece que su premisa más importante era vender el mayor número de unidades a la mayor cantidad de clientes posible. Su enfoque estaba centrado en vender en el corto plazo. No le interesaba tanto el largo plazo, porque sus instrucciones eran simplemente vender.
Para nadie es un misterio que los productos de antes tenían una duración más larga que la mayoría de los que hoy utilizamos.
Quizás por eso el cultivo de relaciones a largo plazo, no fuera siempre una prioridad para todas las compañías. Con ello las ventas se centraban más en el producto o servicio, y menos en el cliente o en las variables psicológicas de cada persona.
¿Pero entonces por qué nos sentimos mal cuando vendemos algo y por qué incluso parece más fácil vender o recomendar algo que es ajeno?
Esto último es tan cierto que basta pensar unos instantes para recordar las muchas veces que hemos recomendado un restaurante, una aplicación, un servicio o cualquier otro producto de compañías y empresas que ni siquiera nos pertenecen.
Lo paradójico es que aunque no seamos dueños de ese negocio ni seamos inversionistas, le pertenecemos a esa empresa por el simple hecho de consumir sus productos y recomendarlos sin ningún reparo.
Sin darnos cuenta, las empresas que venden las marcas, productos y servicios que nos gustan, han generado un vínculo emocional con nosotros. Y aunque la psicología del consumidor es otro tema de conversación, basta mirar las redes sociales de cualquier persona para darse cuenta de todos los «me gusta» que diariamente realiza.
Ahora bien, parte de la respuesta a la pregunta sobre por qué nos irrita vender, se explica por la existencia de dos grandes temores que afectan a la psique humana.
Por un lado, aparece el temor a la crítica que nos detiene a la hora de promocionar y ofrecer lo que queremos vender.
Por otro lado, se manifiesta el temor al rechazo. Este temor actúa como un mecanismo de protección natural que nos previene de experimentar el dolor que implica sentirnos excluidos del grupo, marginados del clan.
Por último, está el temor al fracaso, cuyos efectos pueden ser devastadores. Este temor, junto con el temor a la crítica y al rechazo, se alimentan de nuestra falta de seguridad y confianza, derrotándonos antes de tan siquiera intentar lo que queremos.
Cuando alguien vende algo, es inevitable que le digan que no. Hasta los mejores productos y servicios que hoy consumimos y utilizamos sin ninguna objeción, han sido criticados y rechazados en algún momento. Sus vendedores han debido enfrentar numerosos rechazos y negativas, antes de concretar una venta.
A lo anterior se le suma el hecho de que hay personas que amablemente rechazan la oferta, pero también otras que pueden ser más agresivas y menos diplomáticas.
Como si fuera poco, es innegable afirmar que vender requiere grandes dosis de voluntad y paciencia. Y ello por nombrar sólo algunas de las muchas virtudes que debe tener quien de verdad se puede catalogar como vendedor profesional.
De ahí que no muchas personas estén dispuestas a dedicarse a ello, aun cuando son conscientes de las múltiples recompensas que se pueden llegar a obtener.
Por lo tanto, no es de extrañar que vender sea un oficio que la mayoría se niegue a realizar e incluso rechace de manera rotunda aunque ni siquiera sepa bien por qué.
Si reconfiguramos el significado que tenemos de vender, entendiéndolo como una contribución que hacemos a la sociedad, veremos que es posible revertir los efectos psicológicos que dicha actividad ejerce sobre nosotros.
Como explicamos al principio, existe otro paradigma y hay otra mentalidad que nos permite aprender a vender de una manera más significativa. Una forma distinta que incluso nos lleva incrementar nuestra felicidad.
Vender con el propósito de cambiar el mundo, es una iniciativa totalmente diferente a vender únicamente con el fin de ganar dinero. Cuando adoptamos este enfoque, nos convertimos en seres humanos cuyas ideas pueden llegar a transformar las vidas de los demás.
Nadie puede negar que beneficiar a los demás es algo gratificante e importante. Y cuando empezamos a hacer algo que consideramos importante, nos sentimos útiles y nos valoramos más. Cuando nos sentimos útiles y valiosos, experimentamos satisfacción y bienestar. Nos llenamos de alegría y nos sentimos contentos al saber que beneficiamos a los demás por medio de aquello que ofrecemos.
Así, al convertir el acto de vender en una fuente de bienestar, alegría y satisfacción, nos sentiremos felices. Más aún, cuando el ejercicio de vender conecta con nuestro propósito de vida, podemos considerarnos seres felices. Seres felices que llevan y aportan felicidad, ofreciendo productos y servicios que a ellos mismos les han ayudado a crecer.
Aprender a vender te puede hacer más feliz porque en vez de pensar que alguien te está dando su dinero por algo que en realidad no tiene valor, te hace sentir contento. En vez de ofrecer algo inservible o perjudicial, estás vendiendo algo valioso, algo que beneficia y transforma las vidas de los demás.
Si lo que vendes es útil, aporta y mejora la vida de tus clientes, eres una persona que ayuda a los demás. Si esto es así, no deberías sentirte mal en ningún momento por recibir dinero a cambio de tus ventas.
Es hora de cambiar el concepto de vender. Si lo haces, obtendrás una mentalidad de prosperidad y abundancia que no sólo conduce al éxito y a la riqueza, sino también a la felicidad.
Por tal motivo, no veo ninguna razón para contradecir el hecho de que aprender a vender te puede hacer más feliz.
Vender con el propósito de transformar el mundo en un lugar mejor, es ser un «comerciante de bienestar y felicidad».
Hasta una próxima entrega. ¡Felices ventas!