En esta ocasión aprenderemos cuáles son las cinco enseñanzas del país más feliz del mundo.
Bután es un pequeño país ubicado en los himalayas, que comparte fronteras con India y China.
Es una pequeña nación que para muchos occidentales resulta tan atractiva como misteriosa.
La primera vez que escuché sobre Bután, fue ya hace varios años. Se dice que este reino es el país más feliz del mundo.
Y es que en Bután la felicidad es un asunto serio. Tan serio, que es el primer país del mundo en hacer de la felicidad una política de estado.
Su política es tan particular como espectacular. En vez de medir la prosperidad y el bienestar del país en términos de su PIB (Producto Interno Bruto), el gobierno butanés mide el progreso de su nación en términos de la «FNB» o Felicidad Nacional Bruta.
Esta exclusiva política se remonta al año de 1972, cuando el rey Jigme Singye Wangchuck anunció a todos sus «súbditos» la implementación de una política basada en la felicidad, como estrategia para el desarrollo del país.
Desde entonces, Bután se ha ido consolidando en el escenario político internacional como el país más feliz del mundo.
Decretar oficialmente a la felicidad como política nacional de estado, es desde todo punto de vista una elogiable osadía que no sólo resulta innovadora, sino también muy disruptiva.
Particularmente en un mundo donde la visión occidental de la felicidad está notoriamente más asociada al bienestar económico que al bienestar integral del ser humano.
El 28 de junio de 2012, la ONU decretó (mediante la resolución 66/281, de 2012) el 20 de marzo como el Día Mundial de la Felicidad. Una iniciativa en gran medida inspirada por las políticas en felicidad de Bután.
En concordancia con esta fecha, la ONU lanza cada año el reconocido Informe Mundial de la Felicidad.
Este informe tiene como base tres pilares fundamentales que integran su visión de la felicidad.
El primer parámetro es el PIB per cápita. Es decir, el ingreso total ganado por ciudadano de cada país incluido en el informe.
El segundo se relaciona con el nivel de salud del individuo y su bienestar.
Finalmente, el aspecto social en términos de la cooperación y el apoyo social entre las personas, es el tercer componente de esta triada.
El Informe Mundial de la Felicidad considera también otros varios aspectos que desde su implementación, posicionan anualmente a Suiza y a los países nórdicos como las naciones más felices del mundo.
Año tras año, países como Suiza, Finlandia, Noruega y Dinamarca, figuran sin falta entre las primeras posiciones del índice mundial de la felicidad.
Ahora bien, si Bután es el país más feliz del mundo, ¿por qué no figura en su respectivo puesto en el Informe Mundial de la Felicidad de la ONU?
¿Por qué no está ocupando el primer puesto al lado de Dinamarca, Finlandia, Suiza y Noruega?
Para responder llanamente a esta pregunta tenemos que entender las vastas diferencias culturales entre occidente y oriente. Comprender las diferencias culturales entre países, es un gran desafío. En parte porque su análisis va mucho más allá del idioma o de las preferencias gastronómicas de una nación.
Para entender este fenómeno es necesario considerar las diferencias que surgen a partir de los esquemas filosóficos de oriente y occidente. Es decir, las bases y las estructuras que soportan el sistema de pensamiento de cada parte.
Estos esquemas, incluyen aspectos tan trascendentales y determinantes como la religión.
Es innegable que la religión moldea considerablemente la visión general que cada persona tiene de la vida.
Sin embargo, este es un tema tan fascinante como amplio y extenso. Un asunto sobre el que existen libros, cursos, seminarios, simposios y carreras completas.
Por lo tanto, es claro que en relación con el nivel de ingresos, Bután no es la primera opción de la ONU.
Como ya se comentó al principio, Bután mide su desarrollo y progreso en términos de la Felicidad Nacional Bruta.
Aunque también mide su Producto Interno Bruto, este no es el factor dominante de su política. De ahí que al revisar los informes de la ONU, Bután figure en una posición muy lejana de la que ostentan los países nórdicos.
Esta visión de una Felicidad Nacional Bruta no sólo desafía los parámetros y estándares de la ONU, sino que nos permite ampliar nuestra perspectiva occidental. Esto para entender la felicidad a través de otros aspectos que van más allá de la riqueza y la economía.
Y es precisamente bajo esta invitación que nos podemos nutrir de la grandiosa filosofía de bienestar que implementa Bután.
Aprender más sobre su visión, nos permitirá ver más allá del desarrollo económico y del consumismo, como única fuente de felicidad.
A continuación, revisaremos cinco de los aspectos más importantes que integran la política de la Felicidad Nacional Bruta.
Dichos aspectos constituyen una valiosa enseñanza que nos permitirá ampliar nuestra -muchas veces miope- visión de la felicidad.
Cinco Enseñanzas del País más Feliz del Mundo
La Política de Felicidad Nacional Bruta de Bután no se limita al progreso económico. Es una política con una filosofía integral que considera las dimensiones vitales del ser humano.
Ve al ciudadano como ser humano y no como un mero individuo. Un ser humano multidimensional, cuyas necesidades van más allá del plano económico y material.
Por lo tanto, en Bután el ciudadano es un ser integral que tiene necesidades físicas, familiares, sociales, emocionales, económicas, y por supuesto, espirituales.
Basta leer el párrafo anterior para darse cuenta de la enorme diferencia entre oriente y occidente.
Mientras que en la mayor parte de occidente las personas basan su felicidad en su «bienestar económico y material», en Bután la basan en un equilibrio interdimensional. Un equilibrio que prioriza por igual cada una de las áreas vitales del ser humano.
1. La felicidad es una prioridad de interés colectivo
En Bután la felicidad no es un concepto romántico que está de moda. Es una política pública basada en propuestas, mecanismos y proyectos seriamente orientados a trabajar en pro de la misma.
Cuando la felicidad se convierte en un tema prioritario en la agenda de un gobierno, se espera que sus ciudadanos también le den la importancia que se merece.
Esto es lo que sucede en el reino de Bután, donde la felicidad no se limita al bienestar económico de una élite, sino que impacta las dimensiones vitales humanas de cada rincón de la sociedad.
En Bután, la felicidad se expande a un contexto social que promueve no sólo el bienestar individual, sino también el colectivo.
Cuando esto ocurre, se alcanza un equilibrio que supera el egoísmo y se expande hacia el altruismo.
Y es precisamente el altruismo, un ingrediente clave en la construcción de una sociedad feliz. Una sociedad conducida bajo los principios de la solidaridad y la cooperación.
2. Buen gobierno
La política de Felicidad Nacional Bruta es por antonomasia un ejemplo de buen gobierno.
El simple hecho de implementar la felicidad como política, demuestra la verdadera importancia que ésta tiene para los líderes que gobiernan el país.
Y es que un buen gobierno se caracteriza por mantener coherencia entre lo que decreta y lo que ejecuta.
En las constituciones de muchos países la felicidad y el derecho a la vida figuran en las primeras páginas de las agendas gubernamentales. Sin embargo, son también muchos los que se quedan cortos a la hora de aplicar aquello que consta en sus actas legislativas.
Durante mucho tiempo el país se rigió por una monarquía constitucional, que dotaba de poder absoluto a una sola persona. El monarca recibía el poder por nacimiento, mas no por mérito.
En el 2008 se celebraron las primeras elecciones. Estas dieron paso a la implementación de una democracia parlamentaria en la que el poder ya no estaba en manos de una sola persona.
Lo más elogiable es que el mismo rey fue quien alentó y promovió esta transferencia de poderes. Un rey que, en comparación con otros monarcas, ha sido sabio y justo. Tan sabio que tuvo la grandeza de ceder parte de su poder.
Es por eso que en la práctica, Bután es todo un ejemplo de democracia, cuya aplicación ha ido evolucionando desde que se estableciera la Felicidad Nacional Bruta.
Desde su implementación, el monarca Jigme Singye Wangchuck tenía la firme intención de promover el bienestar del país y de sus ciudadanos. El tenía como objetivo el mantener la paz y la estabilidad política y social en Bután.
A simple vista podría parecer un gobierno débil que fomenta una noción utópica bastante romántica. Sin embargo, Bután es un país soberano que cuenta con su propio ejército.
3. Promoción y preservación de la cultura
Aunque Bután limita con dos de las más grandes culturas del mundo, ha logrado promover y preservar una identidad cultural propia.
Dentro de sus mayores tesoros se halla una exuberancia lingüística única que incluye más de veinte lenguas. Nada modesto para un país tan pequeño cuya lengua nacional es el Dzonghka.
Gracias a sus condiciones geográficas llenas de valles y grandes montañas, es posible encontrar algunas comunidades aisladas que han desarrollado sus propios códigos culturales y lingüísticos.
El cuidado y la protección de estas comunidades, es primordial, por lo que la Felicidad Nacional Bruta también las cobija a ellas.
Asimismo, se promueve la celebración de festivales que fomentan el uso de vestimentas y trajes típicos tradicionales.
4. Conservación y protección del medio ambiente
La preservación del medio ambiente es un asunto no negociable para los butaneses. Su legislación demanda la conservación estricta del 62% del área forestal del país.
Esto quiere decir que el 62% de los bosques debe permanecer intacto, sin que se pueda desarrollar ninguna actividad agropecuaria orientada a la explotación.
A diferencia de por ejemplo aquellos países que fallan en proteger el gran tesoro del Amazonas, Bután se esfuerza estrictamente por cumplir con esta ley.
Conserva, cuida y protege sus bosques con toda la seriedad que realmente ello merece.
Al ser un pilar de la política nacional de la felicidad, tanto el gobierno como sus ciudadanos se esfuerzan mancomunadamente por cumplir con este noble deber.
5. Desarrollo social y económico sostenible y equitativo
Algunos críticos de Bután, consideran que su política descuida y es blanda en lo que se refiere a desarrollo económico y social.
Sin embargo, Bután sigue esforzándose por consolidar un equilibrio socio-económico que mejore la calidad de vida de sus ciudadanos.
Un equilibrio que les provea de los niveles de ingresos suficientes para salir de la pobreza, pero sin trastocar su filosofía de austeridad y armonía.
Un paradigma que entiende la necesidad del dinero para alcanzar una vida digna, pero que no lo «endiosa» ni lo convierte en su único fin.
Por supuesto que los retos son enormes y aún son muchos los desafíos por superar en este ámbito.
Sin embargo, se sigue avanzando y Bután se esfuerza por aplicar algunos de los paradigmas de occidente, pero a su propia manera.
Una manera que busca preservar sus sagradas raíces culturales. Un desarrollo social y económico con sentido de felicidad.
Con todo, es importante señalar que estas cinco enseñanzas corresponden a los pilares básicos que nutren la filosofía de la felicidad del reino de Bután.
No son poesías ni cuentos de hadas. Son políticas serias que ya funcionan y están generando resultados visibles.
Son lecciones que no se agotan en la teoría, sino que se sustentan en la evolución de un país que trabaja seriamente por conservar el equilibrio individual y social de sus ciudadanos.
Ojalá estas cinco enseñanzas del país más feliz del mundo inspiren no sólo a los gobiernos, sino también a cada individuo.
Somos nosotros quienes tenemos el poder de alentar a nuestros gobiernos para que adopten la transición hacia un verdadero estado de paz, bienestar y felicidad.