El Nacimiento de la Felicidad Parte II

El Nacimiento de la Felicidad Parte I
El Nacimiento de la Felicidad Parte I

Cursaba el último año de mi carrera en negocios internacionales. Recuerdo que fue un año muy fructífero. Triunfos y victorias eran el pan de cada día para mí, dentro del ámbito académico. Fue también el año donde debí cumplir con el semestre obligatorio de mi práctica profesional. Un semestre que terminó extendiéndose dos meses más a solicitud de la empresa benefactora.

Como si fuera poco, mientras cursaba mi periodo de práctica -remunerada- había tenido que poner en pausa mi trabajo como investigador en la universidad. Tenía ya contrato firmado, pero debido a que la práctica era un requisito fundamental para la graduación, la universidad me otorgó una licencia que me permitía retomar mis labores completas tan pronto finalizará con mi pasantía profesional.

A pesar de todo, seguía teniendo ciertas funciones con las que debía cumplir en mi labor como investigador. Parte de las responsabilidades que debía alternar entre mi trabajo como practicante y mi cargo como académico, era seguir orientando y apoyando a los demás miembros del semillero de investigación que yo había fundado con el apoyo de mi mentora e investigadora en jefe.

Debo decir que a pesar del frenesí que representaba mi vida laboral y académica, me adapté rápidamente al ritmo de ese primer semestre. Cuando llegó la hora de terminar mi práctica, mi jefa a cargo me anunció que necesitaban mi apoyo por dos meses más. Hablé con la universidad y logré concertar con ellos para que me permitieran extender mis labores en la compañía.

Finalmente, terminé mi práctica y aunque me hubiera querido quedar trabajando en la empresa -algo que realmente no deseaba- tampoco podía, porque si recuerdan tenía el compromiso de retornar a mi cargo de investigador. Además, la práctica no representaba el semestre final de mi carrera. Aún me quedaba un semestre con algunas materias más por terminar.

Tenía la idea de que este segundo semestre iba a ser un poco menos frenético ya que había terminado mi práctica. Sin embargo, para mi sorpresa, resultó que estos seis meses, que en realidad ya eran cuatro por mi extensión en la práctica, se convertirían en uno de los momentos más importantes de mi vida. Lo que pasó durante este periodo, marcó definitivamente un antes y un después en mi armoniosa existencia.

Resulta que de las materias que me quedaban por cumplir estaban todas relacionadas con investigación y eran puramente teóricas. Todas estaban enmarcadas en disciplinas y ciencias como la política, las relaciones internacionales, la historia y la diplomacia. Coincidencialmente, en todas solicitaron como trabajo final la elaboración de un artículo de carácter académico. Uno de esos artículos con los que compiten las universidades para alcanzar su posicionamiento académico a nivel nacional e internacional.

Si recuerdan, yo estaba trabajando como investigador y aparte de mis funciones administrativas y de coordinación, evidentemente debía generar investigaciones cuyos resultados finales se expresaran en artículos académicos -los llamados papers- con calidad de publicación en revistas de rigor científico. Finalmente, para eso es que me pagaban, ¿o no?

De esta manera, me vi inmerso en un ataque intelectual que me demandaba poner todas mis energías, todos mis esfuerzos y capacidades, en investigar para publicar, y publicar para seguir investigando más. Aunque la historia registra que a pesar de toda la carga logré cumplir con todas y cada una de las exigencias, quizás no tenga en cuenta de manera fiel el efecto que toda esta sobrecarga académica terminó causando en mí.

Fue durante este semestre donde representé a la universidad nacional e internacionalmente, con dos artículos que para mí eran normales, pero que al parecer tenían cierta relevancia. A nivel internacional, presenté mi ponencia en un simposio que se llevó a cabo en la capital de Brasil. Envié mi artículo, fue aprobado y de inmediato logré gestionar hábilmente ante el departamento de investigación de la universidad, los recursos necesarios para mi viaje. La ponencia fue todo un éxito. Conocí la ciudad de Brasilia e hice nuevos amigos.

En el mismo periodo, viajé a Argentina con un programa académico de la universidad. Participé en algunos concursos de cuento, aunque en ninguno gané. Solamente en uno promovido por el departamento de humanidades de mi institución, obtuve una mención de honor que según el jurado, habían tenido que crear como una respuesta sui generis para homenajear el resultado de mi narración.

Desde mi comienzo como investigador, había venido publicando papers de manera ininterrumpida para cada una de las ediciones de la revista académica de mi universidad. Este año y este último semestre, tampoco fueron la excepción.

Definitivamente este corto semestre fue bastante movido. Me permitió aprender muchísimas cosas y conocer otras tantas. Viajé, escribí muchísimo (no tanto como ahora, pero sí sobre cosas que no me gustaban tanto como las que hoy tengo el placer de redactar). Sin duda un gran logro para la vida de un joven próximo a graduarse.

En la próxima entrega les contaré qué pasó después, en la recta final de mi semestre, y cómo el síndrome de Ícaro me sobrevino de repente. Y es que después de todo, era totalmente lógico llegar a ese punto. Sin embargo, en ese momento, no lo entendía. No comprendía nada…

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