Si tu Proyecto de Vida no es Ser Feliz ¿Entonces Cuál Es?

Si tu Proyecto de Vida no es Ser Feliz ¿Entonces Cuál Es?

Aunque por diferentes razones muchas personas hayan renunciado a la idea de ser felices, la verdad es que la felicidad es un derecho fundamental al que todos podemos aspirar.

Esto no sólo es triste, sino también muy desalentador. Resignarse a la idea de que la felicidad es una ilusión a la cual únicamente pueden acceder los santos, los poetas, los monjes o los filósofos, es un razonamiento propio de quienes, desesperados, no saben ni se esfuerzan mínimamente por entender lo que en realidad ésta significa.

Frecuentemente me gusta retar las mentes de quienes han caído en ese triste estado de resignación. Suelo desafiarlos con mucho respeto a que me digan cuál es su proyecto de vida.

Lo que normalmente ocurre es que empiezan a listar una serie de deseos, comunes a la gran mayoría de personas. Ser rico, tener mucho dinero, comprar una casa, tener el carro de mis sueños, entre muchos otros anhelos.

Al terminar la lista, les pregunto si tienen algo más que agregar. Cuando me doy cuenta de que terminaron, les pregunto si tienen un proyecto de vida y cuál es. Sucede que automáticamente vuelven a mencionar varios de los elementos de la lista anterior. Algunos dan un paso más e incluyen a su familia y amigos. Otros pocos mencionan una labor u oficio al que se quisieran dedicar.

Como veo que ninguno menciona ni por azar a la FELICIDAD, despliego mi arma secreta cuestionándolos de la siguiente forma: si tu proyecto de vida no es ser feliz, ¿entonces cuál es?

Es normal que al instante no comprendan bien esta pregunta por lo que trato de escribirla en lo que tenga a la mano o les entrego mi tarjeta de presentación, donde está formulada la misma pregunta.

Tras unos momentos de reflexión seria, me miran con cierto aire de desconcierto. Los más valientes se atreven a continuar con la lista, intentando decir que su felicidad es esto o aquello. Otros aún más osados responden diciendo que ya son felices y que no necesitan nada más para serlo.

No los cuestiono ni tampoco los crítico. Simplemente los escucho con atención, pues más que enseñarles algo, considero que soy yo quien aprende de las diferentes perspectivas que cada persona tiene para mostrarme.

Este mundo es tan vasto y abundante que resultaría absurdo creer -como muchas veces quizás hayamos pensado- que son más bien pocas las personas felices.

Si bien la mayoría de las personas están tan entretenidas que no tienen ni tiempo para decidir conscientemente si quieren ser felices o no, hay en el mundo más personas felices de las que podemos imaginar. Independientemente de sus condiciones y circunstancias actuales, hay seres humanos que aunque no lo tienen todo, poseen lo más importante; son auténticamente felices.

Sin embargo, lo curioso de este ejercicio es que aunque cada quien se esfuerce por nombrar una y mil cosas, lo que hace es tratar de ponerle a la felicidad una etiqueta con el nombre de algo que le resulta familiar.

Las personas no van explícitamente diciendo que la felicidad es esto o aquello. Utilizan más bien otros nombres para tratar de describir aquello que de cierta manera les brinda paz, tranquilidad, bienestar o alegría.

Ponerle a la felicidad otro nombre no tiene nada de malo. Tampoco lo es hacer una lista de nuestros sueños sin declarar explícitamente la palabra «felicidad». De hecho resulta muy útil asignarle un nombre específico si tenemos en cuenta la abstracción y la amplitud de tal concepto.

El problema surge cuando empezamos a catalogar como felicidad todo aquello que no lo es. Cuando pensamos que ir de compras o comer nuestra comida preferida es felicidad, cuando en realidad es sólo placer o disfrute.

En efecto, ambas características pueden ser manifestaciones de la felicidad, pero no constituyen en ningún momento la esencia de una felicidad que se defina como permanente y auténtica. Antes bien, todos sabemos que el placer y el disfrute son sensaciones pasajeras que desaparecen tan pronto son consumidas, utilizadas o disfrutadas.

Quiero dejar en claro que no estoy criticando o promoviendo el rechazo hacia la riqueza o las posesiones materiales. Lo que intento decir es que se debe tener conciencia de aquello que es efímero y de lo que es perdurable. Si definimos la felicidad sobre la base de actividades o emociones, es muy normal que su duración sea pasajera.

Por el contrario, si la definimos teniendo en cuenta que es una manifestación interior que se ajusta a los detalles concretos de nuestra personalidad, podría ser el inicio de un descubrimiento mucho más satisfactorio. Un viaje interior para conocer mejor quiénes somos.

Deberíamos comprender, por lo tanto, que la felicidad, es decir, la felicidad que se define como auténtica o superior, constituye un objetivo supremo en la vida de cada ser. Su búsqueda y su realización son primordiales para alcanzar la fase final de nuestra evolución.

Hasta que no comprendamos que la esencia de nuestro proyecto real de vida es ser felices, seguiremos buscando esa paz tan anhelada en otras cosas y en otras personas que no podrán brindárnosla. Depositaremos nuestra felicidad en cosas pasajeras que tarde o temprano se agotarán o terminarán fallando a la hora de darnos esa tranquilidad permanente que tanto anhelamos.

De ahí que la pregunta si tu proyecto de vida no es ser feliz, ¿entonces cuál es? sea una cuestión de gran valor, que bien vale la pena responder sin ligereza. 

Seamos conscientes de que anhelar un mejor empleo, una mejor casa, un viaje, otra pareja, unas mejores condiciones de vida, son en realidad formas en que expresamos nuestro profundo anhelo de ser felices. Cada persona busca cosas diferentes aunque muchos de estos deseos sean parecidos.

Mi humilde sugerencia es que la próxima vez que desees algo o que te plantees una meta, te preguntes si lo que buscas es tu felicidad o simplemente estás buscando otra excusa para aplazar el momento en que deberías ser feliz. Y como seguramente ya debes saber, el mejor momento para ser feliz es justo ahora.

No existe otro momento mejor ni más idóneo para tomar la decisión de ser felices.

Naturalmente, debemos tener en cuenta que la felicidad es una disciplina y como tal requiere de práctica y constancia.

La decisión de comprometernos con nuestra felicidad es apenas el primer paso hacia un viaje cuyo destino es el mismo trayecto.

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