La felicidad es un estado que se puede ver alterado por circunstancias, emociones y comportamientos. Si hay algo que caracteriza a los seres humanos son las emociones y los comportamientos.
Algunos comportamientos son actitudes que literalmente hemos copiado de otras personas con las que nos relacionamos. Otros son hábitos -en su mayoría inconscientes- que se han arraigado en nuestra personalidad a lo largo de los años. Conductas que representan la forma en que reaccionamos frente a una situación determinada.
Dichas reacciones pueden volverse tan normales, que sin darnos cuenta actuamos de formas que nos roban la paz, la tranquilidad, y por supuesto, la felicidad.
Consideremos la forma en que reaccionamos cuando nos pasa algo malo o desagradable. Si eres como la mayoría, lo más probable es que tu reacción no sea muy positiva. Y el grado de malestar que te invade, variará en función de qué tan perturbador sea el acontecimiento que te suceda, así como de los rasgos más estructurales de tu personalidad.
Si por ejemplo te subes al auto porque vas de prisa para el trabajo, pero éste no enciende, seguramente te quejarás (lo cual es perfectamente normal). Si accedes a Netflix y te sale un aviso anunciando que no tienes conexión a internet, reaccionarás aunque sea pronunciando cualquier sonido mínimo de protesta.
Ahora bien, lo que realmente vale la pena analizar con más detenimiento son las reacciones. Es decir, las respuestas que damos a las diferentes situaciones que nos ocurren.
Resulta que tales respuestas, son manifestaciones automáticas que normalmente están vinculadas a nuestra infancia. A los comportamientos que percibíamos en nuestros familiares y amigos más allegados, durante nuestras fases preliminares de crecimiento. De ahí que el lenguaje no sea la única copia que hacemos del comportamiento de los demás.
Estamos también expuestos a emular aquellas reacciones y conductas que más se imponen en la vida cotidiana de nuestros cuidadores más cercanos. Y todo esto, de forma automática e inconsciente.
De hecho, el entramado de conductas y reacciones que más se imponen en alguien, es el que termina por configurar el comportamiento de una persona. Tal configuración se anexa al individuo, complementando su personalidad y por lo tanto, su forma de ser. Por eso concluimos cosas tales como, déjala que «esa es su forma de ser» o «no le insistas más que así es él».
Podemos afirmar que los comportamientos son conductas que se han instalado en la estructura de nuestra personalidad, las cuales, no obstante su profundidad, podemos modificar.
Por ende, un comportamiento no es más que la forma en que reaccionamos ante una determinada situación y la sumatoria de dichas reacciones determinará finalmente nuestra «forma de ser».
Las conductas que vamos a revisar son comportamientos supremamente comunes que normalmente catalogamos como emociones o sentimientos. Sin embargo, bien vale la pena que a partir de ahora los entendamos como comportamientos o reacciones, en vez de emociones. Esto porque las emociones y los sentimientos son manifestaciones a las que siempre estaremos expuestos por nuestra simple condición de seres humanos.
No podemos escapar a las emociones ni ocultarnos de los sentimientos. Son parte de lo que nos convierte en humanos. Los comportamientos, por el contrario, son conductas que de manera consciente podemos cambiar para que jueguen a nuestro favor. De ahí que coloquialmente digamos «compórtese bien» o «manejese bien», pues es algo que en mayor o menor medida podemos controlar.
La indecisión
La indecisión es una conducta que todos hemos experimentado. Cuando nos dejamos devorar por sus efectos, terminamos comportándonos con vacilación y dudas. Ante la incertidumbre de no saber qué alternativa escoger, repasamos una y mil veces los detalles de aquello que bien pudiéramos decidir con mayor rapidez.
Tengamos en cuenta que la indecisión no significa únicamente paralizarnos a la hora de emprender algo, sino que también aplica para las ocasiones en que debemos abandonar o dejar atrás algo que no nos conviene.
La indecisión nos aleja de la felicidad porque nos detiene al momento de tomar decisiones. Y quien no toma decisiones, cae en un estado de estancamiento que lo limita y lo lleva a experimentar impotencia, frustración, insatisfacción y estrés.
De hecho, cuando la indecisión se convierte en un hábito, nos puede llevar a estados severos como la depresión. Producto de todo ello, el malestar se vuelve crónico, y deteriora las esperanzas de progresar y alcanzar una vida feliz y plena.
La indisciplina
Al igual que la indecisión, la falta de disciplina es un comportamiento presente en el diario vivir de muchas personas. Tanto es así que para quienes llevan una vida desordenada, esto resulta totalmente normal.
Esto se da sobre todo en quienes no han experimentado el placer que brinda la práctica de una disciplina flexible y bien encaminada. Una disciplina cuyo propósito no sea fastidiar la vida de quien la práctica, sino de brindarle los beneficios de cultivar una vida feliz.
De hecho, la felicidad es una práctica que exige disciplina si de verdad aspira uno a alcanzarla.
Cultivemos ese tipo de disciplina sana que se aleja de la obsesión y se alimenta de la auténtica ilusión de llevar una vida que maximiza todo nuestro potencial. De esta manera, podremos iniciar a construir los cimientos de una vida auténticamente feliz.
Descuidar la salud
Descuidar la salud es un comportamiento que afecta en gran medida nuestra disposición a la felicidad. Es muy difícil experimentar bienestar, placer y plenitud si nuestro cuerpo en vez de ayudarnos, se vuelve una carga que nos limita y nos impide vivir con todo nuestro potencial.
Consumir alimentos sabrosos, pero con bajos contenidos nutricionales, puede privarnos de muchas facultades que, por el contrario, una alimentación balanceada nos puede brindar.
No hacer ejercicio, es una gran desventaja porque nos priva de recibir los múltiples beneficios de mover con frecuencia nuestro cuerpo. Y con ello órganos vitales como el corazón, los pulmones y la activación del sistema circulatorio.
Cuando no dormimos lo suficiente o tenemos un sueño de mala calidad, disminuimos nuestro rendimiento general. Tomamos malas decisiones y somos lentos para pensar.
Asimismo, nuestro aspecto se resiente conforme esta deficiencia se convierte en una práctica regular. Y todo ello sin mencionar que el abordaje de temas tan importantes como la felicidad, requiere de un alto enfoque mental que sólo se logra mediante un cerebro sano y reposado.
Con todo, espero que ahora sepas que puedes cambiar tus comportamientos y que seas consciente de que la indecisión, la indisciplina y el descuido de la salud, son tres comportamientos que nos alejan de la felicidad.
Conductas todas que se pueden modificar para que en vez de alejarnos, nos acerquen más hacia esa vida plena que compone nuestro sistema de la felicidad.