Hay cinco formas en que el dinero aporta a la felicidad. Sin embargo, que nos quede bien claro desde el principio que, el dinero no puede comprar la felicidad.
Por lo menos no la felicidad auténtica. Aquella felicidad cuyo ejercicio y práctica depende única y exclusivamente de nosotros mismos.
Lo que el dinero sí puede comprar es bienestar y ciertos momentos de satisfacción y goce.
El dinero también nos faculta para disfrutar de más oportunidades que nos pueden conducir a disfrutar de experiencias alegres y enriquecedoras.
Momentos gratificantes que nos colman de paz y tranquilidad. Vivencias únicas y exclusivas a las que el dinero nos abre las puertas.
Con dinero, por ejemplo, podríamos costear un viaje a ese destino que siempre hemos anhelado visitar.
Al vivir tal experiencia, realizaremos un sueño y podremos cumplir esas expectativas de conocer un nuevo lugar que de alguna forma nos deleita y nos hace sentir contentos.
Sin embargo, podríamos estar presencialmente en ese destino de ensueño y mantener nuestra mente fija en las preocupaciones del trabajo.
A muchas personas les ocurre que financian su viaje y durante el mismo, están pensando todo el tiempo en cómo pagarán la deuda.
Una situación así no sólo les impide disfrutar del viaje, sino que los distrae de la plenitud de estar en el momento presente.
Podemos afirmar por lo tanto que el dinero «aporta», es decir, contribuye con algunas manifestaciones de lo que es la felicidad, mas no puede «comprar» la felicidad en su totalidad.
Ahora pensemos en una persona pobre que no puede viajar, porque ni siquiera tiene acceso para costear sus elementos mínimos vitales.
Es decir, su alimentación, su vestido y su albergue. No tiene la fortuna de comer bien durante el día, si acaso tiene un par de atuendos que lo abrigan y apenas cuenta con un refugio para dormir.
Una persona en estas condiciones, experimentará -indudablemente- mayor bienestar cuando tenga la oportunidad de aumentar sus ingresos para costear esos mínimos vitales a los que le era imposible acceder previamente.
Con sus necesidades básicas satisfechas, esta persona tendrá más oportunidades de trabajar en su progreso económico, profesional y laboral.
Ahora bien, antes de que esa persona mejorara sus ingresos, ¿sería una persona feliz o infeliz? La respuesta va a depender de muchos factores, entre ellos, de su línea base de la felicidad.
Sin embargo, no es complicado notar que el aumento en sus ingresos le proporcionó un alto grado de bienestar, satisfacción y hasta alegría, mas no necesariamente felicidad.
La felicidad auténtica puede acompañar a una persona que enfrenta a la adversidad y no estar en una persona que vive en la opulencia.
De ahí que comúnmente llamemos «felicidad» a lo que realmente es bienestar.
Con la claridad entre lo que es bienestar y lo que es auténtica felicidad, veamos entonces cuáles son esas cinco formas en que el dinero aporta a la felicidad.
Cinco Formas en que el Dinero Aporta a la Felicidad
1. Conseguir más tiempo libre para dedicar a nuestras prioridades y actividades predilectas.
Esta es una de las cinco formas en que el dinero aporta a la felicidad porque nos permite enfocarnos en aquellas cosas que realmente disfrutamos.
Cuando tenemos el tiempo para realizar las actividades que más alegría, motivación y ánimo nos brindan, nos convertimos en seres más amables y agradecidos.
Comenzamos a ver la realidad desde la abundancia y progresamos en nuestro avance hacia la plenitud que brinda un sistema de felicidad coherente y equilibrado con todas las dimensiones de nuestra vida.
Sin embargo, es necesario ser conscientes y tener metas y objetivos bien definidos. Si lo que tenemos es mucho tiempo, pero no tenemos la conciencia ni la sabiduría para saber administrarlo e invertirlo bien, nos agobiaremos.
El tedio de no saber qué hacer nos puede conducir a un malestar extremo de inconformidad e insatisfacción. De seguir en esa escalera descendente, podríamos llegar a hundirnos en una depresión severa.
Por eso, antes de considerar abrir espacios que nos brinden más tiempo, es necesario definir y establecer nuestras prioridades.
Cuando sabemos lo que realmente queremos, sabremos administrar correctamente nuestro tiempo, invirtiéndolo sabiamente en aquellas actividades y proyectos que verdaderamente nos apasionan.
Dedicaremos más tiempo de calidad a nuestros amigos y seres queridos, al igual que al descanso consciente, al ocio creativo y a preservar nuestra salud, por ejemplo.
La paradoja del tiempo en la cotidianidad del ser humano es que muchas veces quienes tienen tiempo no tienen la mentalidad correcta para saber utilizarlo bien y quienes tienen dinero, no tienen el tiempo para hacer lo que realmente disfrutan.
Están atrapados en trabajos que financieramente los compensan muy bien, pero a cambio de su recurso más preciado: el tiempo.
El dinero puede permitirnos más tiempo libre porque mediante él podemos pagar para que otras personas u otros objetos, realicen por nosotros esas actividades que -siendo muy dignas y valiosas- pueden ahorrarnos minutos que bien podríamos invertir en nuestra realización personal. En otras palabras, en nuestra felicidad.
Con dinero, por ejemplo, podríamos pagarle a alguien para que nos colabore con nuestras labores domésticas o nos brinde asistencia en nuestro trabajo.
Si aparte de eso, las personas que contratamos tienen la necesidad de trabajar y están buscando un mejor porvenir, eso también nos brindará satisfacción.
Por un lado tendríamos tiempo para volver a disfrutar de ese pasatiempo que teníamos relegado, practicar ese deporte que tanto nos gusta o leer ese libro que suplica para que lo volvamos a abrir.
Y por otro lado, contribuiríamos con el bienestar de una persona que verdaderamente lo necesita.
El anterior es tan sólo un ejemplo de cómo el dinero nos puede hacer más «felices», o en otras palabras, puede contribuir con nuestra felicidad, otorgándonos mayor bienestar.
2. Invertir en experiencias memorables.
Invertir nuestro dinero en vivencias como viajes, es otra de las cinco formas en que el dinero aporta a la felicidad.
Los viajes o las experiencias en donde compartimos con nuestra familia o amigos, contribuyen positivamente a incrementar nuestro bienestar y estado de ánimo.
Cuando viajamos, por ejemplo, conocemos nuevos lugares y nuevas personas. Cosechamos experiencias sumamente gratificantes que se guardan en nuestra memoria y nos alimentan de recuerdos agradables que nos hacen sentir bien, cada vez que los recordamos.
Los viajes y las experiencias donde compartimos y socializamos, son vivencias con una trascendencia más duradera que la que produce, por ejemplo, un objeto.
Según numerosas investigaciones, los seres humanos valoramos más estas experiencias porque nos vuelven a conectar con las personas con las que las vivimos.
Cuando recordamos una experiencia agradable como un viaje o una reunión con nuestros familiares o amigos, ello nos devuelve -aunque sea parcialmente- algunas de las sensaciones y emociones que sentimos durante esa vivencia.
Es por eso que si quieres ser más «feliz» y tienes algo de dinero, es mejor que elijas invertirlo en aquella alternativa que te permita compartir con otras personas o vivir otras experiencias.
Al final, es más perdurable la sensación que nos brinda una experiencia que la que nos puede brindar un objeto.
Diferente sería la cuestión, si ese objeto nos condujera a vivir experiencias. Tal como sucedería, por ejemplo, con la compra de un vehículo para salir de paseo regularmente con la familia.
3. Invertir en los demás.
Destinar nuestro dinero tanto a caridad como a beneficencia aporta a la felicidad porque nos convierte en seres generosos y caritativos que ayudan a sus semejantes.
Además, cuando somos altruistas y practicamos la generosidad sin esperar a cambio más que gratitud sincera, nos sentimos útiles.
Al sentirnos útiles comenzamos a llenar de significado nuestra vida. Nos sentimos alegres y contentos porque sabemos que gracias a nuestra labor, otras personas pueden comer o acceder a diferentes beneficios.
Y cuando nuestra vida tiene sentido, es una vida con propósito que nos conduce a experimentar más felicidad.
Invitar a un amigo a comer o a tomar algo, o dar un regalo, es otra forma en la que la generosidad conduce a la felicidad.
De hecho, la ciencia ha confirmado que cuando damos algún obsequio, por elemental que sea, liberamos endorfinas.
Estas endorfinas son analgésicos naturales que nos brindan bienestar y una sensación agradable de alivio y relajación.
4. Maximizar la elección de compra.
Maximizar la decisión de compra significa comprar de manera más inteligente y no por impulso.
Muchas personas realizan compras según sus emociones y su estado de ánimo. Si se sienten bien, piensan que merecen una recompensa y si se sienten mal, también.
El problema es que en cualquiera de los casos, estamos dejando que sean las emociones, y no la razón, quienes tomen la decisión de adquirir algo.
Esto no significa que no podamos darnos el gusto de comprar ciertos objetos que sean de nuestro interés.
La diferencia es que seremos más conscientes al momento de elegir qué comprar.
Si queremos más bienestar, tendremos un criterio más objetivo al momento de elegir lo que realmente deseamos.
Como se mencionó en el apartado dos, puede ser más inteligente invertir en experiencias, si lo que deseamos es mayor bienestar.
Sin embargo, podremos adquirir objetos o cosas materiales pero muy conscientemente y no por impulso o por presión social.
Si por ejemplo nos gustan mucho los relojes, podremos conseguir uno y disfrutar verdaderamente de él.
Nos lo pondremos asiduamente y muy probablemente será un objeto que no quedará archivado en algún cajón o estantería.
Asimismo, consumiremos de manera consciente, sin dejarnos llevar por la influencia de los medios, del mercadeo ni de los comentarios de los demás.
Maximizar la elección de compra, quiere decir comprar a conciencia y racionalmente.
Cuando consumimos bajo estos lineamientos, somos consumidores inteligentes que moderan sus emociones y no compran ingenuamente manipulados por la sociedad ni por su estado de ánimo.
Consumir así es elegir acertadamente eso que racionalmente sabemos que nos puede brindar ciertos beneficios.
Es no caer en la ingenua trampa de pensar que la mera posesión de un objeto nos transformará auténticamente en seres felices.
5. Consumir moderadamente y de forma consistente aquello que realmente nos gusta.
Este punto es una extensión y un complemento del anterior.
Esta es otra de las cinco formas en que el dinero aporta a la felicidad, porque nos permite disfrutar de manera regular de las cosas que más nos gustan.
Aquí hay cabida también para los placeres. Para los placeres moderados y sublimes como los que nos brindan alegría, bienestar, júbilo y contento.
Placeres como el disfrutar de un atardecer, de un paisaje o de una conversación agradable con otra persona.
Momentos gratificantes que alimentan nuestro espíritu. Que nos permiten gozar plenamente de las infinitas maravillas que hay en la vida.
Es imprescindible entender que el dinero no puede comprar la felicidad auténtica.
No obstante, nos permite acceder a experiencias o cosas que nos brindan bienestar y otros componentes de la felicidad.
Desde tener más tiempo libre, hasta invertir en las demás personas y comprar inteligentemente, el dinero es un medio que -bien utilizado- puede aportar a la felicidad.
Felicidad, abundancia, riqueza y prosperidad.