Amplio Glosario Práctico de la Felicidad

Amplio Glosario Práctico de la Felicidad

Me ha motivado realizar este amplio glosario práctico de la felicidad el aclarar algunos conceptos que la mayoría confunde con la auténtica felicidad.

Una de las más grandes confusiones con las que los seres humanos nos engañamos todo el tiempo, por ejemplo, radica en la enorme diferencia que hay entre «estoy feliz» y «soy feliz».

La diferencia entre estas dos expresiones va más allá de sus simples distinciones gramaticales.

Sin embargo, su diferenciación será una cuestión que quizás desarrollemos con más detalle en otra oportunidad.

Otra motivación para desarrollar este amplio glosario práctico de la felicidad estriba en el impacto que tienen las palabras en la mente humana.

Es sorprendente el poder que ejercen las palabras en la definición de nuestra vida.

Quienes conscientemente han sabido aprovechar el poder de las palabras más enriquecedoras y valiosas de su idioma, han encontrado beneficios que los han llevado hacia la felicidad y el éxito.

A veces por ignorancia o por simple falta de atención, subestimamos el poder de las palabras. Y la verdad es que ellas constituyen uno de los factores más importantes que han conducido a los hombres hacia el éxito o hacia la ruina.

Un vocabulario pobre ha sido el material con el que muchos hombres han construido la prisión de su propio fracaso.

Inversamente, un vocabulario rico, ha sido el insumo con el que, otros tantos, han construido el vehículo que los ha conducido hacia el éxito y la felicidad.

Este glosario es práctico porque en cada definición hallarás un ejemplo o una explicación sencilla de cada palabra.

Esto con el fin de que podamos comprender mejor cada concepto y procuremos aplicarlo adecuadamente a nuestra propia vida (no hay resultados sin práctica).

Por último, quiero aclarar que la intención de este amplio glosario práctico de la felicidad no es complicarle la vida a nadie.

Al contrario, todo acto genuino que se hace motivado por los principios de la auténtica felicidad, simplifica notablemente la vida.

Tampoco se trata de manejar con destreza cada concepto ni de privarse de la libertad de decir «estoy feliz», cuando en realidad «estoy contento».

De ninguna manera quiero incomodar a nadie, solamente anhelo que todos seamos conscientes de los diferentes conceptos que se asocian con la noción de felicidad.

Y es que las siguientes palabras no son del todo la esencia de la felicidad auténtica, pero al mismo tiempo hacen parte de ella. Es decir, son manifestaciones temporales y elementos que la integran.

Comprender, interiorizar y aplicar dicha verdad, incrementará significativamente nuestros niveles de felicidad.

Amplio Glosario Práctico de la Felicidad

1. Alegría

La alegría es una sensación (emoción) pasajera que experimentamos durante una situación agradable. Por lo general se manifiesta a través de la sonrisa o de la risa, dependiendo de su intensidad.

También se expresa mediante el volumen de la voz, haciendo que hablemos en un tono más enérgico y fuerte.

Sin embargo, no en todos los individuos se expresa de igual forma la alegría. La intensidad de su expresión dependerá en gran medida de los rasgos básicos de nuestra personalidad.

A pesar de todo, la alegría es un sentimiento estrictamente positivo, que no tiene matices neutros.

La alegría se puede motivar por múltiples sucesos positivos. Seamos conscientes o no de sus causas, la alegría se manifiesta de manera muy uniforme en todos los seres humanos.

La alegría no es felicidad porque es una sensación pasajera. Aunque su duración pueda extenderse en ciertas situaciones, tarde o temprano finaliza.

De ahí que la mejor opción sea disfrutar de la alegría, sin que nuestra felicidad interior -la felicidad auténtica- dependa de ella. Por lo tanto, la alegría per se no es la felicidad.

Para disfrutar de una alegría plena y consciente, recomiendo dedicarnos consistentemente a lo que nos gusta.

Ejercitar nuestra capacidad de asombro, recordando nuestra niñez cuando cualquier cosa, por elemental que fuera, nos sorprendía y disfrutábamos de ella.

2. Agrado

El agrado tiene mucho que ver con la personalidad y los gustos de cada individuo. Lo que puede ser agradable para ti, podría no serlo para mí, y viceversa.

El agrado, por tanto, es un factor subjetivo que puede condicionar nuestro bienestar, para bien o para mal.

Si una persona está en una situación que se aleja de las cosas que le gustan y que son familiares para ella, podría sumirse en una situación desagradable.

Ante tal situación esa persona experimentará automáticamente una disminución en su bienestar, y en un sentido más general, en su felicidad.

Sin embargo, si esa persona es consciente de la situación y comprende que hay factores que puede controlar y otros que no, podría salir bien librada si toma medidas en las que influya en aquellos factores que sí dependen de ella.

Podría, por ejemplo, pedir excusas y abandonar el lugar. Si el evento es muy comprometedor y además su presencia es causa de alegría para los demás participantes, podría «hacerse al ambiente», enfocando su mente en las cosas positivas de la reunión.

La recomendación es que no permitamos que una situación externa, afecte nuestra condición interna.

Situaciones externas que no podemos controlar son una forma de definir la vida. Es decir, la vida es una red de problemas que podemos utilizar a nuestro favor para construir el camino, o con la que nos podemos enredar y quedar atrapados.

Por consiguiente, la mejor opción es adoptar un enfoque optimista que nos permita descubrir lo agradable en lo aparentemente desagradable.

Y, de igual forma, rehuir y evitar esas «situaciones evitables» que definitivamente, por más que intentemos, son por definición desagradables para nosotros.

3. Ánimo

El ánimo quiere decir dar energía a alguien o a algo. Se asocia directamente con el estado de ánimo, es decir, con la predisposición que exhibimos para realizar una tarea o tomar una decisión.

Como hemos revisado en otros artículos, hay alimentos que potencian nuestra felicidad, es decir, nuestro estado de ánimo. También hay hábitos saludables que lo favorecen.

En este sentido, bien haríamos en aprovechar conscientemente esas ayudas que, bien utilizadas, pueden predisponernos hacia un mejor estado de ánimo.

De nuevo, la intención no es crear dependencia. La intención es utilizar a nuestro favor todas esas acciones voluntarias que podemos hacer para incrementar positivamente nuestro ánimo.

Un ánimo elevado es garantía de éxito. Si bien el ánimo tampoco es la felicidad en su totalidad, sí es un ingrediente muy útil para tomar decisiones que nos conduzcan a ella.

Un buen estado de ánimo es el precursor de la voluntad y de la disciplina. Y con voluntad y disciplina, cambios maravillosos llegarán a nuestra vida.

4. Bienestar

Como su nombre lo indica, el bienestar, es «bien estar». En otras palabras es «estar bien». Y ¿cuándo o cómo sabemos que estamos bien?

Estamos bien cuando gozamos de buena salud, tenemos satisfechas nuestras necesidades básicas. Tenemos vivienda, alimentación y -literalmente- tenemos cobijo, es decir, nos podemos proteger con ropa.

Si el bienestar fuera felicidad, muchas más personas pasarían a engrosar la fila de los seres felices.

Y si la felicidad se definiera exclusivamente en términos de bienestar, una gran mayoría de las personas que son auténticamente felices, pero que viven en condiciones de extrema pobreza, serían unos «infelices condenados».

Condenados a la ilusión de que la felicidad interior -la felicidad auténtica- depende de todas las posesiones, objetos y situaciones que nos permiten estar bien.

En ningún momento quiero ser partidario de esos discursos que alientan la pobreza, la abnegación y el tormento como una forma de alcanzar la felicidad.

Al contrario, hoy la ciencia misma valida el hecho de que hay ciertas cosas en las que el dinero puede aportar a la felicidad.

Sin embargo -como ya he enfatizado decenas de veces- el dinero no compra la felicidad interior; lo que el dinero puede comprar es más bienestar.

De cualquier modo, nunca serás feliz por más bienestar que tengas. Se puede tener mucho bienestar, y aún así seguir siendo «un miserable infeliz» (perdón por la crudeza…).

Podríamos vivir en el país más feliz del mundo, vivir en naciones cuyos gobiernos han hecho bien la tarea de establecer el tan anhelado «estado de bienestar», y ser unos completos desdichados.

Mi sugerencia es que cultivemos nuestra felicidad interior, nuestra felicidad auténtica, para que eventualmente podamos disfrutar a conciencia -y sin apego- del grado de bienestar al que nuestra mentalidad de prosperidad y abundancia, nos lleve.

Y es que la riqueza a la que conduce la auténtica felicidad, es una riqueza tal que no se agota en la mera posesión de un objeto.

Esta riqueza colma de prosperidad todas nuestras dimensiones vitales, permitiéndonos vivir en armonía y equilibrio.

Invierte en tu felicidad interior para que luego puedas disfrutar plenamente del bienestar exterior que llegará a ti por el simple hecho de ser feliz y contribuir con la felicidad de la humanidad.

5. Contento

El contento es un estado sumamente pasajero. Comúnmente se la expresa cuando experimentamos alegría o cuando estamos satisfechos por haber conseguido o logrado algo.

Al respecto, también solemos decir ingenuamente, «estoy feliz», cuando en realidad estamos contentos.

Como expliqué al principio de este amplio glosario práctico de la felicidad, hay una diferencia abismal entre «estar feliz y «ser feliz».

Por eso, «estar felices» es un estado tan efímero como «estar contentos».

Para estar contentos basta con obtener un título, ir a un lugar que queremos, comer algo que nos gusta o compartir un rato con un ser querido.

Sin embargo, tan pronto esos momentos pasan, pasa también el contento. Puede que esta duración varíe de un individuo a otro, pero la diferencia no será tal que se la pueda comparar con la permanencia que otorga la felicidad auténtica.

Por su parte, para ser auténticamente felices, habría que empezar por comprometernos al máximo con nuestra felicidad interior.

Recordemos también que el contento es un estado, y como tal no merece la pena que nos apeguemos a él, a menos que lo que estemos buscando sea sufrimiento, amargura y desilusión.

6. Dicha

La dicha es otro de los términos que durante siglos poetas y filósofos han utilizado para referirse a la felicidad.

La propia Real Academia Española le adjudica a la dicha la misma categoría de felicidad.

Aunque la dicha está muy bien referenciada y es difícil no relacionarla estrictamente con la felicidad auténtica y duradera, la dicha no es por completo la felicidad.

Podríamos decir que la dicha es un estado más alto de alegría y contento, que surge a partir de un suceso o del disfrute de un logro muy anhelado.

Y no es una felicidad interior y duradera porque es también pasajera. Se agota y finaliza.

A pesar de toda la ceremonia con que se presenta la dicha, debo volver a adoptar el papel -para muchos de aguafiestas- al advertir que la dicha tampoco es la auténtica felicidad.

A pesar de sus efectos, la dicha también es un estado pasajero que tarde o temprano nos abandona.

Si de verdad queremos disfrutar de la dicha, lo mejor que podemos hacer es reconocerla para disfrutarla cuando nos invada y soltarla sin pesar tan pronto se aleje.

Esto quiere decir que si practicar algún deporte o ir a algún lugar nos llena de dicha, lo disfrutaremos a plenitud, sacando provecho de cada instante en que jugamos o nos paseamos por ese lugar.

7. Emoción

Las emociones son reacciones psicológicas y fisiológicas que exhibimos los seres humanos ante un evento, una circunstancia, una persona, un recuerdo o cualquier otro estímulo que las provoque.

Según los psicólogos, éstas se pueden dividir en primarias y secundarias.

Algunas emociones primarias son la sorpresa, el miedo (más efímero que el temor y las fobias), la ira, la tristeza, la angustia y la alegría.

Entre las secundarias se encuentran la vergüenza, el arrepentimiento, la culpa, la esperanza, la ansiedad. Son secundarias porque se generan después de que se manifiestan las emociones primarias.

Por lo tanto, las emociones tampoco son la felicidad auténtica, porque si hay algo pasajero es una emoción.

Para evitar caer en los efectos de las emociones secundarias, bien haríamos en aprender a gestionar las emociones primarias.

A menos que tengamos alguna afectación psicológica grave, resultará imposible evitar el surgimiento de una emoción.

Sin embargo, con entrenamiento y práctica, podremos adquirir un condicionamiento mental que nos ayude a alcanzar un mayor nivel de inteligencia emocional.

Es inevitable que el fallecimiento repentino de un ser querido nos genere tristeza, pero cuando menos, podemos aprender a manejar el impacto que esa tristeza pueda tener en nuestra salud mental y emocional.

8. Euforia

La euforia es un estado de alegría mucho más intensificado, que puede llevar a distorsionar la realidad.

Durante la euforia, una persona puede exagerar una situación o un resultado, a causa de un optimismo exacerbado.

La euforia no es felicidad auténtica porque es una sensación exagerada.

A simple vista, la euforia parece estar muy cerca de la felicidad interior, porque nos brinda una sensación de bienestar muy intensa.

Es como si nos mentalizaramos para disfrutar más profundamente de un momento o una experiencia.

El problema es que la mayoría de las personas experimentan la euforia desde la inconsciencia y se engañan pensando que un estado de ánimo tan placentero, nunca terminará.

La verdad es que la euforia, aunque nos colme de un sentido de bienestar y alegría muy intensos, es efímera.

Otra preocupación con la euforia es que nos aleja de la realidad, conduciéndonos hacia un optimismo ciego en el que nos alejamos racionalmente de la realidad.

La mejor forma de experimentar la euforia es aprovechar sus efectos para motivarnos e incrementar nuestro estado de ánimo.

Cuando nos llegue, debemos saber reconocerla para evitar tomar decisiones apresuradas, que nos conduzcan a la ensoñación y a la fantasía.

9. Éxtasis

El éxtasis es un concepto un tanto complejo en tanto que se asocia con tres nociones diferentes.

En primer lugar, el éxtasis tiene mucho en común con la euforia.

Es un estado bastante exaltado de placer y emociones, que normalmente no se controlan.

En segundo lugar, místicos y religiosos, han utilizado el término «éxtasis» para significar una suerte de experiencia religiosa en la que el hombre se une con Dios.

En este sentido, el éxtasis altera «divinamente» los sentidos, llevando a experiencias más o menos relacionadas con lo que los científicos llaman atención o conciencia plena. Así, se podría hablar de un «éxtasis espiritual».

En tercer lugar, y en contradicción directa con la acepción anterior, el éxtasis alude a una droga sintética, una anfetamina, que también altera la conciencia y los sentidos.

A diferencia del «éxtasis espiritual», el «éxtasis farmacológico» se genera como resultado del consumo de esta droga.

Entre sus efectos, los consumidores de este alucinógeno pueden experimentar sensaciones positivas o negativas.

De cualquier forma, parece que el «éxtasis farmacológico» intensifica y magnífica lo que sea que esté experimentando el consumidor al momento de ingerirla.

Aunque el «éxtasis espiritual» parece ser la única opción medianamente viable que podríamos adoptar, sigue siendo limitada en tanto que no depende de nosotros.

Mientras no sea consciente y no surja a partir de una práctica lúcida en la que no tengamos que hacer uso de nada para alterar nuestros sentidos, ese tipo de éxtasis será pasajero.

Seguirá siendo un mero estado, que no se compara con la práctica del mindfulness o la conciencia plena.

Y, no sobra decirlo, evitemos a toda costa el «éxtasis farmacológico». Ese éxtasis que, a largo plazo, puede producir afectaciones negativas en la salud mental y física de quien la consume.

10. Gratificación

La gratificación es una emoción muy simple que todos experimentamos cuando se nos concede algo tangible o intangible que nos agrada.

Cuando recibimos una felicitación en nuestro trabajo, una mención de honor en el estudio o cualquier otro estímulo que nos anima, sentimos gratificación.

La gratificación, por lo tanto, causa satisfacción y contento.

Como todas las anteriores, la gratificación no es felicidad porque dura mientras que se recibe aquello que la genera.

En cierto sentido, hace que dependamos de los resultados para sentirla.

Y en ese sentido es que puede ser muy perjudicial porque nos puede llevar a definir la felicidad en términos de los resultados.

Esto quiere decir que sólo mientras recibamos estímulos o generemos resultados, seremos felices.

Y mientras no se den esas condiciones, ¿entonces qué? ¿Seremos infelices? ¿Perderemos la felicidad?

Mi recomendación es agradecer por las cosas que la vida y los demás nos brinden, pero permaneciendo serenos mientras ello ocurra.

Y para los momentos en que no recibamos nada, también debemos actuar serenos y calmos.

Felices en el infierno y en el paraíso.

11. Humor

El humor se refiere a la disposición y el buen ánimo.

Es un estado -también pasajero- en el que nos sentimos alegres y optimistas.

Comúnmente utilizamos expresiones como «es un sujeto de buen humor» o «ese individuo tiene buen humor», para expresar que es una persona amable, tranquila y amigable.

También se asocia con las personas que son graciosas y poseen una personalidad que gusta de hacer bromas y chistes.

Aunque el buen humor es parte de la felicidad y favorece la salud y las relaciones sociales, tampoco es felicidad en su totalidad.

Esto explica porque pueden existir humoristas, personas dedicadas a hacer reír a otros, que están llenas de vacíos e insatisfacciones en su vida.

Personas muy chistosas y bromistas en la superficie, que tienen profundos pozos de desesperanza y tristeza en su interior.

De ahí que sea vital no asociar la risa y el buen humor con la felicidad.

Si la felicidad auténtica se definiera en función de la risa, «los payasos de la fiesta», serían las personas más felices del planeta.

Cultivar el buen humor que se asocia con el buen estado de ánimo nos puede ayudar a tomarnos con menos seriedad aquellas situaciones difíciles de la vida.

Esas situaciones que nos perturban si nos identificamos inconscientemente con ellas, al punto que nos sumen en un estado de malestar y tensión.

En otras palabras, bien haríamos en aplicar aquel popular dicho de que afirma que, al mal tiempo buena cara.

12. Júbilo

El júbilo es otro estado de extrema alegría como el que experimentan los hinchas de un equipo deportivo o los partidarios de una ideología política.

Por lo general, el júbilo es un estado inconsciente de alegría que se agota tan rápido como la llama de un fósforo.

Cualquiera que haya visto a un hincha en un partido de fútbol, sabe lo efímera que puede ser la sensación de júbilo.

Mientras que el equipo va bien y anota goles, todo es éxtasis y algarabía. Pero cuando ocurre lo contrario, el júbilo se convierte en reproche, descontento, ira y caos.

Sin lugar a dudas, nada más infantil e inconsciente que esas situaciones en las que somos presas de fuertes emociones y sensaciones súbitas, que suben y bajan sin ningún control.

Podemos disfrutar de los efectos «embriagadores» del júbilo, pero sin identificarnos excesivamente con ellos.

Esto quiere decir que podemos experimentar el júbilo, pero sin perder la consciencia de saber que lo que estamos sintiendo es algo pasajero, de lo que no depende nuestra felicidad interior.

13. Libertad

La libertad es una palabra que entraña un concepto de gran valor y que, sin embargo, no solemos asociar directamente con la felicidad.

Estamos tan acostumbrados a creer que la felicidad es euforia pura, que nos olvidamos de un elemento tan importante como el de la libertad.

Es curioso ver que la Real Academia Española, ofrece doce definiciones para esta palabra.

Sin duda es un término abstracto con múltiples acepciones que requieren de contexto para poder comprenderlas bien.

Sin embargo, el tipo de libertad que conduce a la auténtica felicidad es la libertad que le confiere autonomía, individualidad y responsabilidad al ser humano.

No hay verdadera libertad sin responsabilidad.

Lo anterior se traduce en que la felicidad auténtica no es hacer lo que nos venga en gana, sino tener un sentido amplio de conciencia que nos permita discernir entre lo correcto y lo indebido.

Entre la elección de un proyecto de vida conducente a una felicidad auténtica y no meramente a una felicidad hedónica o artificial que se agota en simples intereses egoístas que, al final, terminan siendo autodestructivos.

La felicidad interior promueve la libertad individual de comprometerse con fines altruistas.

De ahí que no sea una felicidad en la que únicamente pienso en mí, sino que me lleva a ser feliz mientras llevo felicidad a mis semejantes.

Quienes profesan y viven este tipo de libertad, ciertamente son seres felices.

Son seres que conocen la «dicha» de hacer algo que les permite crecer y tener éxito, mientras contribuyen con el éxito y la felicidad del prójimo.

No caigamos en el gran error de creer que la libertad es lograr a toda costa nuestros propósitos pasando por encima de los demás.

De concebir metas y objetivos en los que únicamente se satisfacen placeres efímeros y logros superficiales.

Ya bien hemos leído y escuchado en muchas partes sobre las oleadas de egoísmo que azotan a la sociedad actual.

Frenemos esa oleada y seamos los rompeolas que detienen conscientemente el avance de la marea egoísta e inconsciente que inunda las vidas de la humanidad.

Entorno al concepto de libertad que conduce a la auténtica felicidad se podría escribir un artículo completo, hasta un libro quizás.

De momento contentémonos con entender que, si de verdad deseamos ser auténticamente felices, debemos practicar ese tipo de libertad en la que la conciencia y la responsabilidad son nuestros máximos rectores.

Libertad para emprender un proyecto de vida generoso y altruista.

Conciencia para edificarlo sobre las bases de una felicidad interior y auténtica que trascienda mis intereses personales.

Y responsabilidad para trabajar con denuedo en ese proyecto de vida y para saber si nuestros actos de libertad, transgreden o dañan en algún momento la libertad colectiva.

14. Motivación

La motivación es tan potente y efímera como el propulsor de un cohete.

Es un estado de bienestar en el que sentimos que podemos lograr aquello que tanto anhelamos.

La cuestión es que un estado de motivación extrema nos puede alejar de la realidad, conduciéndonos a tomar decisiones intempestivas que pueden terminar siendo equivocadas.

La motivación es parte de la felicidad porque nos llena de contento y nos recarga con una sensación de ánimo y voluntad.

Sin embargo, no podemos volvernos adictos a ella. Cuando nos volvemos dependientes de la motivación, caemos en la trampa de esperar hasta «estar motivados» para tomar acción en algo importante.

Peor aún es cuando hacemos que esa motivación dependa de algo externo o de alguien más.

La motivación debe ser interior y de ahí que sea vital contar con un proyecto de vida que nos llene de alegría y ánimo, sobretodo cuando los obstáculos se interpongan en nuestro camino y el aburrimiento toque a nuestra puerta.

Nuevamente la motivación no es felicidad auténtica porque es un estado pasajero que -al igual que una batería- requiere de esfuerzo y de compromiso para mantenerla cargada.

Conviene saber usar la motivación para aplicarla a nuestro favor cuando nos invada, pero sin depender de ella para concluir algo cuando esté ausente.

Si en este momento estás a la espera de sentirte motivado para reanudar las tareas que necesitas realizar para lograr tus metas, detente y no sigas esperando.

Ponte en firme y toma acción. Quizás cuando comiences a actuar, verás que la motivación viene por sí sola, se sienta a tu lado y te acompaña a trabajar.

15. Optimismo

El optimismo es más una concepción que un estado.

Es una idea que nos lleva a sentir y a juzgar los acontecimientos presentes y futuros de manera más tranquila y favorable.

No es posible hablar de optimismo hacia el pasado, ya que en este sentido el optimismo se relaciona con la esperanza.

Con ese tipo de esperanza consoladora y amable que nos lleva a pensar que todo estará bien.

De ahí que seamos optimistas frente a los hechos futuros y a los que estén aconteciendo en este momento.

Al respecto, el mayor desafío radica en ser optimistas frente a los sucesos presentes.

Por lo general sufrimos más a consecuencia de las cosas que nos ocurren en el momento, que frente a las que nos podrían ocurrir en el futuro.

Esto es así porque en el momento en que atravesamos un problema o nos aqueja un dolor, experimentamos angustia, estrés, tensión y sufrimiento, y nadie quiere permanecer ahí por mucho tiempo.

Por eso intentamos salir desesperadamente de esos estados, aunque la mayoría de las veces sea inconscientemente y ello nos lleve a un estado mayor de desesperación.

Una situación así, equivale a caer en arena movediza. Cuando alguien cae en arena movediza, lo mejor que puede hacer es quedarse quieto y con calma pedir ayuda.

Si intenta moverse frenéticamente para intentar salir, lo que logrará será hundirse y quedar más atrapado.

El optimismo es una idea que, bien gestionada, nos puede servir de apoyo para «suavizar la realidad».

Y con «suavizar la realidad» no me refiero a caer en un optimismo ciego que nos conduzca a ver la vida únicamente en «color de rosa».

«Suavizar la realidad» es intentar ver el lado positivo de todo, aunque la situación o el contexto se presenten oscuros a simple vista.

Si logramos entrenarnos para ver las situaciones de manera más favorable, sin perder la noción de la realidad ni fabricar fantasías que en vez de ayudarnos, nos perjudiquen, podremos aprovechar los beneficios de un optimismo bien gestionado.

Aunque el optimismo puede resultar en una excelente herramienta para ayudarnos a «alivianar las dificultades», éste es tan sólo un aliado de la auténtica felicidad.

Resulta muy difícil ser auténticamente feliz a punta de optimismo. Si así fuera, centenares de soñadores y optimistas ciegos, encabezarían la lista de los seres más felices.

Por lo tanto, practiquemos el «optimismo realista».

Esa clase de optimismo que nos impulsa con sana ilusión a vislumbrar un panorama claro y esperanzador.

El optimismo que en el momento de atravesar por una crisis o enfrentar la adversidad, nos ayuda a ver el lado bueno de todo; a extraer lo positivo de lo negativo.

Ese optimismo que activa nuestra intuición para reconocer el milagro detrás de la «tragedia».

16. Paz

La paz es un estado de tranquilidad y armonía en el que nos sentimos plenos y seguros.

Normalmente, es un concepto que asociamos con la guerra y los conflictos bélicos o políticos entre naciones.

Sin embargo, hemos también oído que para alcanzar la paz de un país o la paz mundial, es necesario primero alcanzar nuestra propia paz individual.

Lejos de resultar una fantasía, lo anterior es tan cierto como la noción de que la felicidad auténtica sólo se puede conseguir a través de una decisión puramente personal.

Si de verdad queremos un mundo pacífico donde los conflictos y las tensiones se moderen, debemos empezar por cultivar nuestra paz interior.

Y es a ese tipo de paz al que quiero referirme en este amplio glosario práctico de la felicidad.

La paz interior es un estado, pero también es una facultad que se puede adquirir. Como estado, es también pasajera.

Como facultad, es un poder que requiere de práctica y entrenamiento para beneficiarnos de la calma y la serenidad que nos puede brindar.

La paz personal no es la felicidad auténtica en su totalidad, pero sí que es un elemento bien importante que la compone.

Es un componente de la felicidad interior que nos ayuda a estar tranquilos y a no estar perturbados o inquietos, y menos a causa de nimiedades.

Si de verdad queremos un mundo en paz, nuestro deber y nuestra responsabilidad es adquirir y manejar nuestra paz interior.

Lo mejor de cultivar nuestra paz interior es que ésta constituye una decisión que nos permite acercarnos más hacia la auténtica felicidad, y con ello, llevar paz y felicidad a la sociedad.

Aunque no es fácil estar permanentemente en paz, en parte porque hay muchas variables que no podemos controlar, estar en paz con nosotros mismos es un acuerdo que sí podemos establecer con nosotros mismos.

Con la debida práctica consistente, nos resultará cada vez más fácil adquirir ese estado de calma, serenidad y tranquilidad en el que podamos tomar decisiones más juiciosas e inteligentes, como por ejemplo, la decisión de ser felices.

17. Plenitud

La plenitud es un concepto muy asociado con la felicidad y el bienestar.

Esto obedece a que la plenitud significa integridad y totalidad.

Es un concepto que denota una sensación total de felicidad en donde no sobra ni hace falta nada más.

De ahí que sea un término muy utilizado a la hora de describir o hablar sobre la felicidad.

La plenitud no es felicidad auténtica porque, por naturaleza, el ser humano siempre está en constante cambio.

Aunque algunos cambios sean perjudiciales y otros enriquecedores, siempre estamos en movimiento.

Esto quiere decir que siempre estamos en la búsqueda de «algo más» y por eso no podemos ser «totalmente plenos».

Sin embargo, entender la plenitud como ese estado supremo que se alcanza cuando somos auténticamente felices, en donde ni el éxito ni el fracaso nos perturban ni conmueven, sí que se asocia con esa concepción de felicidad interior o auténtica.

Cuando uno es auténticamente feliz, es consciente de que es absolutamente feliz a pesar de las circunstancias exteriores.

Nada puede perturbar la calma ni la dicha de quienes han tomado la decisión de ser auténticamente felices.

Por eso invertir en la construcción de una felicidad real y duradera, es una de las decisiones más inteligentes y sabias que como seres humanos podemos tomar.

En este sentido, la plenitud entra a ser un eslabón clave que compone el entramado de esa cadena de la felicidad auténtica que se afianza y fortalece a partir de la decisión consciente de ser feliz a pesar de todo.

Por lo tanto, somos plenos cuando sabemos que, a pesar de todo, nada ni nadie puede arrebatarnos esa decisión consciente (no fanática ni extremista) de ser felices a cada instante.

En otras palabras, la capacidad de sentirnos plenos sin importar lo que suceda.

18. Placer

Podemos definir el placer como la capacidad de gozar y disfrutar de una experiencia o de algo a partir del estímulo de diferentes sensaciones físicas, emocionales y psicológicas, que terminan por resultarnos agradables.

Como vimos en Hedonismo, Eudemonismo y Felicidad, hay diferentes tipos de placeres.

Algunos placeres alteran y excitan excesivamente nuestros sentidos, mientras que otros nos brindan sensaciones muy agradables sin perturbar nuestra conciencia.

Aquellos placeres que alteran de manera perturbadora nuestros sentidos, no se pueden asociar en ningún momento con la auténtica felicidad porque son absolutamente efímeros, y a la larga crean adicción y una dependencia que puede ser perjudicial y dañina.

Sin embargo, aquellos «placeres más elevados», los que no distorsionan nuestra realidad ni nos alejan de ella para evadir lo que bien haríamos en enfrentar, sí que son un componente de la auténtica felicidad.

En mi artículo sobre qué es la Auténtica Felicidad y Cómo Alcanzarla, estudiamos detenidamente la definición de felicidad auténtica del doctor Martin Seligman.

En esta definición, Seligman no margina ni censura los placeres.

En cambio, los rescata haciéndonos recordar la importancia de disfrutar con regularidad y consistencia aquellas cosas que tanto nos gustan y disfrutamos hacer (…disfrutar de los sentimientos positivos procedentes de los placeres…).

Lejos de toda duda, Seligman hace alusión a esos «placeres superiores» como disfrutar de una taza de café mientras se contempla el atardecer o sumergirse en una actividad donde nos abstraemos positivamente (sin buscar evadir) de la rutina.

También podemos disfrutar de esos placeres que nos brinda el ejercicio constante y juicioso de nuestra profesión, labor o trabajo (si es que ya tenemos la dicha de trabajar en aquello que nos encanta y nos apasiona).

Con todo, debemos ser conscientes de la diferencia que hay entre ambas categorías de placeres.

Entender esto, nos ayudará a reducir paulatinamente aquellos placeres que hoy podemos tener y que surgen a partir de los malos hábitos que se pueden haber convertido en vicios.

Esas costumbres dañinas que le restan a nuestro progreso.

De esta manera, podremos dedicar más tiempo y esfuerzo a practicar los placeres superiores que sí nos ayudan a disfrutar constantemente.

Estos placeres surgen a partir de actividades que no sólo generan una grata sensación de contento, sino que también nos colman de satisfacción y bienestar a medida que los practicamos consistentemente.

Son actividades que hacen parte de los buenos hábitos que practican los seres felices.

19. Satisfacción

La satisfacción es un estado de calma y tranquilidad que se genera como resultado de haber cumplido con una labor pendiente.

También se refiere a la sensación de plenitud y contento que se experimenta cuando «satisfacemos» una necesidad que requería ser suplida.

A diferencia de la plenitud en donde nada falta y nada sobra, porque todo parece ser «perfecto», la satisfacción denota suficiencia.

Se puede satisfacer la sed o el hambre, sin que por ello quede uno estrictamente satisfecho.

Si uno tiene sed, pero no tiene suficiente agua, podrá satisfacer dicha necesidad, pero no del todo.

En cuanto al hambre, por ejemplo, podemos decir que es una necesidad que siempre se satisface temporalmente.

Por más satisfechos que quedemos después de una comida, nadie puede «ahorrar hambre».

Nadie puede acumular dentro de su estómago comida para satisfacer en otro momento el hambre, sin necesidad de volver a ingerir alimentos (al menos no para el común de los mortales y dejando de lado cualquier avance científico que se haya realizado en esta materia).

Como ya debes haber inferido, la satisfacción tampoco es la felicidad auténtica en su totalidad porque es un estado transitorio.

Nadie está satisfecho de algo perpetuamente. Tanto si se trata de nuestras necesidades humanas más básicas como del uso o la adaptación que le demos a algo, tarde o temprano vamos a querer mejorar.

Y mejorar implica moverse; avanzar y evolucionar.

De ahí que la satisfacción tampoco sea un buen estándar para tratar de medir la felicidad genuina.

Por ende, uno puede estar satisfecho de tener un buen empleo o de tener una buena pareja y aún así, estar preocupado o estar experimentando algún malestar que lo perturbe.

La satisfacción, más que la plenitud, no es absoluta ni completa.

Si basamos nuestra felicidad en las expectativas de llegar a alcanzar una satisfacción plena, nuestra felicidad será más pasajera que duradera.

No será una felicidad estable e inamovible que se sustente sobre nuestra sabia decisión de ser felices y poner en práctica los principios de la auténtica felicidad.

En ese sentido nuestra felicidad sería débil y poco estructurada.

Si queremos aprovechar la satisfacción sin confundirla con la felicidad interior, podemos disfrutar a conciencia de esos momentos en que alcanzamos un logro, conseguimos un objetivo o concretamos una meta, sin que ello nos obnubile el buen juicio ni nos lleve a tomar decisiones apresuradas y equivocadas.

Tampoco debemos crear dependencia hacia la satisfacción, ya que de lo contrario, caeremos en la trampa de creer que sólo cuando nos sintamos satisfechos, podremos ser realmente felices.

Y todos sabemos de sobra (bueno… quienes son lectores asiduos de SERES FELICES) que la auténtica felicidad es un estado superior de conciencia que incluye y abarca tanto «lo bueno» como «lo malo»que nos sucede.

20. Sentimiento

Los sentimientos son el remanente de las emociones.

Cuando una emoción suscita una sensación, la prolongación de esa sensación se convierte en un sentimiento.

Si la emoción es el origen, podríamos decir que el sentimiento es el final.

En otras palabras, las emociones son las causas y los sentimientos los efectos.

Si al observar a un niño recién nacido se dispara en nosotros una emoción de alegría, dicha emoción puede terminar en un sentimiento de ternura y afecto que se prolonga más allá de la duración de esa emoción.

En este sentido podríamos afirmar que los sentimientos son más duraderos que las emociones.

Los sentimientos son como semillas que se desarrollan y crecen.

Tomemos por ejemplo los sentimientos hacia la pareja. Dichos sentimientos pueden crecer o verse interrumpidos por diferentes razones.

Para quienes hacen bien la tarea de trabajar con denuedo en su relación de pareja, y son correspondidos, lo normal es que los lazos afectivos que refuerzan esos sentimientos, se consoliden cada día más.

Precisamente por su carácter de debilidad e impermanencia, es que los sentimientos no pueden ser catalogados en strictu sensu como felicidad duradera.

Si basamos nuestra felicidad en los sentimientos, sufriremos por las bajadas y, quizás si acaso, disfrutemos de las subidas.

Por ello, aunque los sentimientos sean más duraderos que las emociones, tampoco son un elemento sólido en el cual afianzar nuestra felicidad.

Disfrutemos de los sentimientos positivos y no nos aferremos a los negativos.

Practiquemos cada día para que los sentimientos negativos no colonicen ni socaven nuestra mentalidad de éxito y felicidad.

Si logramos ser conscientes del efecto que tanto los sentimientos positivos como los negativos puedan tener sobre nosotros, tendremos mayor control sobre una variable que le roba la paz y la felicidad a la mayoría de las personas.

Conclusiones

Me resultó casi imposible no apoyarme en algunos conceptos para poder explicar otros.

Asimismo, tuve que utilizar otros para explicar algunos.

Esto quiere decir que el idioma no sólo es complejo, sino que saberlo dominar, supone una gran ventaja que nos ayudará a ser más felices.

A pesar de lo abstracto o complejo que pueda resultar definir e interiorizar un concepto, bien vale la pena al menos identificar las sutiles diferencias que hay entre cada definición.

Más aún, entender que cada concepto no es la felicidad auténtica en su totalidad, pero sí son manifestaciones de la misma, es un paso gigantesco hacia la construcción de una felicidad auténtica y permanente.

Las palabras que integran este glosario son todas empoderantes y enriquecedoras.

Ser conscientes de su significado nos ayudará a disfrutarlas, sentirlas y vivirlas mejor.

Todas tienen algo en común y es que son pasajeras.

Unos conceptos pueden tener un efecto más duradero que otros, pero en esencia son estados impermanentes cuya duración varía de individuo a individuo.

Dependiendo de tu mentalidad y de la forma en que comprendas y apliques el significado de cada palabra, dependerá la duración y el tipo de efecto que tenga sobre ti.

Nos convertiremos en maestros de la felicidad, cuando seamos capaces de disfrutar de cada estado que representa cada palabra, sin apegarnos a éste.

Debemos comprender que cada estado es transitorio y no apegarnos a la necesidad de prolongarlo forzadamente.

Debemos dejar que fluya y fluir con cada estado. Así, cuando un estado termine, será momento de darle la bienvenida a otro y así sucesivamente.

Entender la transitoriedad y la limitación de cada estado, nos ayudará a su vez a comprender más la compleja -y a la vez sencilla- noción de la felicidad auténtica.

Al respecto, bien haríamos en comparar a la felicidad auténtica con el alma.

Al igual que el alma, la felicidad auténtica es un «elemento mágico» que siempre nos acompaña, seamos conscientes o no de su poder subyacente.

Nunca nos abandona aunque ignoremos su inmenso poder y olvidemos que dentro de nosotros reside.

Con todo, tengo la esperanza de que este amplio glosario práctico de la felicidad, contribuya favorablemente a aclarar las confusiones y malas interpretaciones terminológicas y conceptuales de un concepto vital como el de la felicidad.

Te propongo consultarlo reiteradamente e interiorizar paso a paso los diferentes conceptos que lo integran.

De esta manera podrás incrementar tus conocimientos en felicidad y tu sabiduría en general.

Feliz lectura.

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